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Actualmente en la sociedad las matemáticas se han vuelto una herramienta esencial en nuestro día a día. Desde calcular descuentos o utilizar medidas universales para desplazarse. Este dato hace que haya aumentado el valor de la demanda y de matemáticos, una de las principales profesiones actuales y pueden trabajar en casi cualquier ámbito. Aun así, las matemáticas tienen aún mala fama entre los estudiantes y sigue aportando rechazos en escuelas. ¿Por qué?

La Revista de Pedagogía Española, Administrada por José Antonio Ibáñez Martín se ha dedicado años a estudiar cómo funciona el razonamiento humano, aseguran que el odio y frustración hacia las matemáticas está establecido a nivel global y está enfocado en un seguido de factores, alega los siguiente, “Desde el punto de vista psicológico, el cerebro necesita adoptar una actitud mucho más activa para comprender un razonamiento y un discurso argumentativo que uno narrativo, y el cerebro tiende siempre a la mayor economía cognitiva, así que si el estudiante no está dispuesto a consumir energía mental y a esforzarse es muy probable que no entienda los procesos de razonamiento (especialmente deductivos) de que están llenos las matemáticas”, frase citada de "Diego Alonso Cánovas".


A todo esto se suman razones de la capacidades físicas para comprender operaciones que son demasiado para cerebros aún no formados, sobre todo porque el lóbulo frontal del cerebro -del que depende el razonamiento formal-, es el último en madurar, en el entorno de los 20 años. Alonso asegura que esto está relacionado con la impulsividad, asegura que “El alumno se lanza a dar una respuesta sin reflexionar, y a veces basta con pedirle que inhiba un poco esa impulsividad para que se active la estrategia de razonamiento adecuada para resolver el problema que tiene planteado”.


Otro motivo por el que se perciben las matemáticas cómo “difíciles” que tienen las matemáticas es su carácter acumulativo: sólo se puede comprender un concepto nuevo si se han asimilado bien los conceptos previos en los que se basa, de modo que si un niño tiene lagunas en el aprendizaje en los primeros años de escolaridad, eso le afecta para el resto. “A la hora de aprender, si un niño no entiende algo, el aprendizaje será superficial y su recuerdo poco duradero, no podrá asumir los nuevos conceptos que le vayan explicando, y su contacto con las matemáticas acabará siendo desagradable porque lo asociará a consecuencias desagradables: suspensos, castigos, riñas familiares… y acabará evitando y odiando las matemáticas porque al problema intelectual le suma factores emocionales”.


Desde las asociaciones de matemáticos reivindican la necesidad de mejorar la formación matemática de los maestros para que luego puedan transmitir bien este saber y puedan promover un aprendizaje demostrativo, basado en razonar y deducir, en lugar de un aprendizaje memorístico como se hace ahora. “Los chavales se aprenden de memoria las fórmulas y los ejemplos que les dan en clase y si luego les cambias el enunciado de un problema se encuentran con una muralla que no saben cómo saltar porque no tienen agilidad mental para razonar y deducir”.
Fuente: La Vanguardia